martes, 21 de abril de 2009

Llamados a ser mártires y educadores

Por: Juan Vilcabana
Miembro de la Mesa Mons. Óscar Romero

En la actualidad América latina es la región con más desigualdad que existe en el mundo. En una misma zona podemos encontrar familias que no tienen los medios necesarios para subsistir y otras que por demás lo tienen todo, hasta lo innecesario.

“La pobreza es la peor forma de violencia, porque hace patente la injusticia”, nos decía Mahatma Gandhi, y claro, el sistema económico imperante ya no sólo explota personas sino también las excluye, las saca, las retira de un mundo donde ellos y ellas no son necesarios, no tienen valor y no participan. Es una economía que no está a favor de los pobres.

Y esta condición, a pesar de tener su origen económico, también involucra otras dimensiones del ser humano. Hoy “los pobres no son sólo los que carecen de lo necesario para vivir sino también los que no son tomados en cuenta a la hora de reorganizar la sociedad y decidir las medidas socio-politicas que han de incidir en sus vidas” (1)

Los ancianos, los discapacitados, los enfermos, los desempleados, las mujeres, los niños, los jóvenes, las comunidades nativas de la selva, los campesinos y muchos otros son los rostros de la pobreza que encontramos en nuestro medio, que están paradójicamente presentes pero invisibilizados por sistemas de gobierno que dan prioridad a intereses privados en desmedro de las mayorías.

Esto lo entendieron muy bien figuras notables de la Iglesia latinoamericana que junto a organizaciones sociales dieron la cara para enfrentar un sistema injusto y excluyente. Ellos y ellas se colocaron al lado de los pobres para enfrentar un sistema de opresión que sólo unos pocos poderosos defienden y sostienen.

Pero esto no ha sido tarea fácil. Muchos de ellos fueron perseguidos y asesinados por gobiernos intolerantes y cobardes. Ahí tenemos a Monseñor Óscar Romero en el Salvador, junto a una larga lista de hombres y mujeres que en Latinoamérica murieron porque estuvieron al lado de los gente para construir desde ahí, desde sus barrios y empobrecidas calles, otro mundo mejor.

Los mártires del barrio

¿Pero serán estos notables mártires los únicos llamados a generar grandes cambios? Creemos que no. Hubo más y siempre habrá más: los desconocidos, los más numerosos, los anónimos que hicieron y hacen posibles varias cosas. Ellos y ellas que dan su vida una y otra y otra vez, en el día a día.

Así como creemos en la labor que realizó Mns. Oscar Romero, también creemos en esta gente que lo acompañó, que trabajó con él, luchó con él, y que sin su apoyo poco se hubiera podido hacer desde la catedral todos los domingos por la mañana. Y estos mártires anónimos aún nos acompañan, los vemos todos los días en el mercado, en la calle, en las plazas, en el trabajo, en la escuela, en los lugares más comunes desde donde se construye una sociedad mejor.

El mismo carisma que inspiró la vida de Oscar Romero también está presente en los dirigentes de las organizaciones sociales, en las madres organizadas, en los jóvenes que se reúnen para pensar un mundo mejor, en las asociaciones de enfermos que luchan por su presencia en un sistema que los deja fuera, en los ancianos que no aceptan el hecho de ser descartados y abandonados, en las mujeres cuya lucha por sus derechos sigue adelante, en los comerciantes que apuestan por una economía sustentada en la solidaridad y no en el lucro, en los discapacitados que exigen un trato justo, en las mesas de trabajo, en los comedores populares, en la pastoral de la Iglesia.

Ellos y ellas son los mártires de ahora porque no se resignan a un medio que consideran injusto sino que luchan día a día. Se despiertan en la mañana con la consigna de buscar mejorar las condiciones de la gente y se acuestan de noche (a veces muy pero muy tarde) concientes de que la tarea aún continúa.

Desde nuestra labor como educadores sociales

Pero América Latina no sólo es un continente de problemas, de desigualdades y de pobreza, sino también es “el continente de la esperanza”(2) Posee una fe grande capaz de generan grandes transformaciones.

Los mártires anónimos forman organizaciones, se articulan entre ellos y fortalecen el tejido social. A partir de allí construyen propuestas de cambio con la gente. No les dicen qué hacer, sino que provocan espacios de análisis, reflexión, actitudes y acciones concretas para mejorar sus condiciones de vida.

Cumplen un rol de educadores sociales, apuestan por cambiar la sociedad desde la forma de educación que profesamos, una cuyo centro no son las aulas y carpetas sino la sociedad misma, desde todos sus espacios donde se desarrolla su vida, una educación democrática y social.

Este proceso de diálogo, que en suma es el sustento de la educación que propone el educador Paulo Freire, se basa en el amor, que provoca buscar mejores condiciones de vida para todos, preferentemente para los más necesitados. Se basa en la humildad, porque rompe la jerarquía (aplastante) absoluta del “sabio que enseña al ignorante”, y también se basa en la fe a la gente misma.

“No hay diálogo si no existe una intensa fe en los sujetos mismos, en su poder de hacer y rehacer, de crear y recrear, fe en la vocación de ser más”(3). Esta fe es prerrequisito para entablar un dialogo con la gente, sin ella el diálogo no vale nada.


Esto lo entendió Monseñor Oscar Romero, educador de educadores sociales. Desde sus homilías que se transmitían a nivel nacional todos los domingos exigía respeto y valoración a los pobres y más necesitados, pero al mismo tiempo creía en su capacidad. No los veía sólo como victimas indefensas e incapaces de hacer nada. No. El veía poder en ellos, potencial de construir nuevos caminos, de liderar propuestas, lograr cambios.

Y los educadores sociales de ahora también lo entienden así. Ellos y ellas creen que su bienestar está relacionado con el bienestar de los demás, No se ven como los sabihondos que se encuentran con los ignorantes, sino como personas en comunicación para construir juntos algo nuevo, creen en las personas, en su capacidad de cambio, en su potencial transformador.

Por eso buscan construir ciudadanía desde donde están: participan de las decisiones colectivas, imaginan programas, se asocian para lograr un entorno mejor. Están concientes de que los cambios políticos no se realizan solos, que no dependen únicamente de las elecciones democráticas sino en el trabajo y participación antes y después de un simple proceso electoral(4). Y todo esto a cuestas de que muchas veces no disponen de los medios necesarios para su subsistencia.

“No crean que yo he venido a traer paz al mundo; no he venido a traer paz, sino guerra”(5) nos dice el Evangelio de San Mateo. Y claro, esta labor no es sencilla. Jesús nos recuerda que no es esa paz de quedarse en casa y no mirar lo que pasa a nuestro alrededor. Nos invita a construir otra paz y eso implica algunas veces perder la vida por sectores de poder intransigentes y otras entregarla día a día, sacrificando horas de sueño, horas de descanso familiar, horas y más horas, pero entregadas con amor, esperanza y fe.

“Ser libre es difícil” decía Mons. Oscar Romero, pero también es necesario para preservar nuestra dignidad como seres humanos. El mundo los necesita, seamos los mártires de ahora desde la Iglesia, seamos los educadores sociales que proponía Paulo Freire, y también seamos la esperanza de nuevas generaciones, que ven en nosotros, un testimonio y esfuerzo por entregarle una sociedad cada vez mejor.

03-08-2008


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(1) Pablo Thai-Hop, “Los excluidos, extraña criatura del nuevo paradigma tecno-científico, http://www.servicioskoinonia.org/relat/120.htm

(2) Durante la inauguración de la V Conferencia del CELAM, el Papa Benedicto XVI dijo que America Latina era “el continente de la esperanza” debido al “rico tesoro” que posee, que es la inmensa fe en Dios y en su proyecto de vida.

(3) Citado por Juan Manuel Fernández Moreno, “Paulo Freire: Una propuesta de comunicación para la educación en América Latina”, en Comunicación Educativa, 1999, Quito, Leonela Cucurella (compiladora)

(4) La capacidad de compromiso social y político nos convierte en ciudadanos, nos dice Joseph-Maria Terricabras, propone una activa participación en los “asuntos públicos”, sentirnos que la solución de los problemas dependen de nosotros. “Súbditos o ciudadanos”, en Agenda Latinoamericana 2008, pág. 44. / agenda.latinoamericana.org

(5) Mateo, 10: 34 Dios Habla Hoy, SBU

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